Un país es su energía
Sobrevivir
sin la electricidad es casi imposible hoy en día. Sólo nos percatamos
de la importancia de esta forma de energía, vital para el desarrollo
social y humano, cuando no podemos disfrutar de los servicios que se
derivan de la misma.
La refrigeración, la iluminación, la limpieza,
la tostadora, la cocina, el horno, la calefacción..., en todo se precisa
para que cada día podamos disfrutar del escaso albedrío que nos queda
después de plegarnos al monótono rigor del horario laboral, esperando
que la jornada no defraude y nos brinde el sustento para pagar todo
aquello que necesitamos y disfrutamos.
Y de pagar va la cosa, ya que
ahora casi es un privilegio para muchos el poder disfrutar de gran
parte del bienestar que la energía nos aporta por el desorbitado precio
que tiene el kwh; para más inri, es posible que ni pagando vayan a poder
disfrutar de este bien tan necesario aquellos que hasta ahora se lo
podían permitir, porque estamos al arbitrio de un sátrapa que condiciona
el aporte de la energía que necesitamos, nada más y nada menos, al
favorable transcurso de una guerra.
¿Cómo llegamos a este punto?
Nadie
en su sano juicio debiera articular política alguna de energía sin
pensar en la independencia energética de un país y el precio máximo que
es posible ofrecer a su ciudadanía para que este bien tan básico y
necesario pudiera estar al alcance de cualquiera. Pero no, el frenesí
verde fue el argumento de un nuevo dogma donde parecía fácil para
algunos encauzar un gran negocio porque el riesgo del mismo era asumido
por todos, ya que todos pagamos de algún modo el sobrecoste de este
delirio a través de la factura de la luz. Y así, hasta que todo quebró, y
la tan cacareada marea verde no es más que una ingente cantidad de
vatios que no pueden aportar la energía necesaria y a un precio
razonable para que todo el mundo pueda disfrutar de ese bienestar que
nos reportan. Se desprecian las energías tradicionales, incluida la
hidráulica, −que son las que realmente aportan la mayor parte de la
energía disponible− para garantizar el pago y el negocio que se cuece en
torno al loable propósito de enverdecer la energía sin importar a nadie
la repercusión social y humana que tiene su coste y escasez en un
momento dado.
¿Quiénes son los responsables de este despropósito?
No
conocí político que se precie que no se subiera al carro verde
energético sin reparo alguno. Como en la mayoría de las cosas que la
rastrera política maneja, quien no se sube al tren de la moda es un
facha consumado, vil asesino del planeta y que no es consciente alguno
del peligro que el cambio climático nos reserva en esta ocasión. Así de
simple se despacha a todo impertinente que cuestione cada paso que la
dictadura de lo políticamente correcto nos dicta. Además, parece estar
claro que nuestros políticos nunca son responsables de las decisiones
que toman, y quien hace la ley parece hacer la trampa, porque no se sabe
de nadie dentro del amplio pelaje político que diera cuenta alguna de
este fiasco anunciado. La responsabilidad va más allá, pero quien se
atribuye los triunfos debiera luego oportunamente asumir también la
responsabilidad cuando las cosas no salen como se esperaba. Ahora, el
ciudadano tendrá que asumir como pueda lo que le impongan los mismos que
tomaron esas decisiones que nos trajeron aquí, a esta indigencia
energética, que pretenden superar imponiendo por decreto a todo quisqui
que la calefacción y el aire acondicionado estén a niveles de risa.
¿Y ahora qué?
Está
claro que recomponer el asunto pasa por replantear el “trust”
energético, ajustando lo mejor posible las cosas para garantizar que la
energía que necesitamos venga de un equilibrio razonable entre la
garantía del suministro, el coste del kwh y los niveles de
contaminación, ya que el medio es vital para poder preservar nuestra
supervivencia, pero de esto a lo otro, a lo de una doctrina
incuestionable porque el de turno la quiere mucho más verde que un
guisante, imponiéndola inquisitorialmente a pesar de que corremos el
riesgo de volver de algún modo a la Edad Media, no.