domingo, 18 de marzo de 2012

Manumisión incuestionable


No recuerdo ya cuándo fue la última vez que llovió por estos lares. La incipiente sequía empieza a preocupar más que la crisis. Afortunadamente, hoy el barómetro descendió un par de milibares en un breve tiempo, el aporte de humedad del aire incrementó la cifra del medidor de humedad relativa y las temperaturas subieron apreciablemente; nubes gruesas que no dispersan la luz, nubes plomizas, augurio de tormentas. Comienza un punto de inflexión en este interminable estiaje, y al igual que el tiempo, en la crisis se atisba una inflexión de cambio, un leve resplandor que parece venir del cielo, esperado como el agua para poder romper con esa incertidumbre que asfixia mucho más que cualquier apuro.
Una reconocida agencia de calificación, que proporciona opiniones, análisis e informes de crédito independientes a los mercados, entiende que el canje de la deuda griega y las mermas cargadas a los acreedores privados por la “quita”, donde el acreedor renuncia sobre el derecho al cobro de una parte de su deuda, mejora apreciablemente el perfil del descubierto griego, reduciendo los riesgos a corto plazo en el vencimiento del mismo. Aunque el bono griego no deja de ser un “bono basura”, esta agencia de calificación eleva en seis escalones su nota, percibiendo así un limitado margen de seguridad que se refleja en una cierta perspectiva estable.
Unido a todo esto, el gobierno del único país europeo donde el paro es una auténtica lacra social, rompió con el tabú que impedía comprometer esa cuota de poder que los “profesionalizados” sindicatos habían logrado últimamente, con la aquiescencia de un gobierno que los untó debidamente para que a sus puertas nunca pudiera advertirse una queja. Ahora, las relaciones entre el empresario y el trabajador no estarán sujetas a las cadenas que imponían las “centralizadas” decisiones que tomaban  las “sociedades” sindicales, permitiendo que el albedrío propio que atañe a cada empresario y sus trabajadores se acerque más a la realidad económica de cada empresa, haciendo más justas las relaciones laborales, y permitiendo que el tejido productivo, y especialmente, el que arraiga a duras penas en el difícil contexto económico actual, no sucumba por no poder adecuar su estructura productiva a la realidad económica que se vive.
En fin, lo que para mí está claro es que sin trabajo no puede haber derechos, y sólo estableciendo una relación laboral que rompa con el tradicional enfrentamiento entre los poderes fácticos que dicen representar a empresarios y trabajadores, se podrá superar la tendencia de un millón de parados por año, generados por un contexto y unas políticas que, dicho sea de paso, contaban con la condescendencia de los sindicatos y el gobierno anterior. Tengo la sensación de que a partir de ahora empezarán a mejorar las cosas, a pesar de la pataleta sindico-política del 29 M.