jueves, 19 de abril de 2012

La paradoja de la credibilidad



No deja de ser paradójico que cuando un dirigente político es capaz de comprometer su poltrona, su programa electoral y, en suma, su “credibilidad”, por no abdicar de su responsabilidad cuando las circunstancias lo exigen, es cuando realmente merece el sueldo que se le paga. No es fácil abordar la situación actual, y la providencia no acompaña al Presidente en este momento, pero la alternativa, es decir, la oposición, fina estampa del régimen zapateril, la veo realmente incapaz de ofrecer una solución mejor. “Recortar o no recortar”, cita ineludible del soliloquio de la crisis, ofrece un juego ambivalente según "saque" el gobierno o la oposición, y aunque la oposición puede manejar sin compromiso alguno que lo resuelve todo sin ningún recorte, lo cierto es que la precariedad y la miseria se fue adueñando del país durante su mandato. Quizás esperaban que el tiempo se hiciera cargo del fin, estando a la expectativa para que la oportuna casualidad brindara un mejor apaño a la hora de dar cumplida cuenta del fiasco provocado. Sólo nos quedan dos opciones: la austeridad o la quiebra. Recortar de forma selectiva, menos traumática, es la única respuesta a nuestra incapacidad para generar recursos para superar los límites que la deuda impone. Ahora sí deberíamos mirarnos a un espejo, e intentar reconocernos a nosotros mismos con un rostro más humilde de lo que realmente creíamos tener, al fin y al cabo, antes nos crecía el morro a mayor ritmo que los billetes.

lunes, 9 de abril de 2012

Resulta que nuestro problema es el "Stand by"


Sin tener en cuenta el router, el gasto energético en “stand by” en mi casa es el 4% de la energía total consumida al año. Como no voy a renunciar a mi apreciada comodidad ni a poder recibir o establecer una llamada telefónica en cualquier momento del día, el router lo tendré siempre encendido, y tiene el mismo carácter esta situación que el mantener en espera el frigorífico o el calentador de agua permanentemente. Durante bastantes años de nuestra democracia, a los políticos lo único que les ha preocupado es la posible pérdida de votos, alimentando la demagogia sobre muchas cosas, entre las que se prestaba la energía, ocultando al pueblo lo que implicaría vertebrar la política energética en torno a las bautizadas simpáticamente como “energías alternativas”. Éstas energías son las que están incrementando el llamado “déficit tarifario”, ese “plus” que todo hijo de vecino está obligado a pagar para que las compañías que nos “venden” este tipo de energía no vayan a comprometer un duro con ello. No importa que el delirio “verde” se lleve hasta el infinito, lo único que importa es que el “caudillaje” de demócratas tenga lavada la cara con oxígeno puro en época electoral, y mientras en otros países velan para que el pueblo, incluso los más desfavorecidos, dispongan de una energía barata y de calidad, aquí ya sólo pueden disponer de tan preciado bien los que realmente pueden pagarlo. A mí no me preocupa tener que apagar o no el “stand by” para ahorrar una miseria, a mí me preocupa que en invierno pueda calentarme, o en verano refrescarme, a un precio razonable, gozando de un bienestar que cada día es más difícil de poder disfrutar aquí. Detrás del buen “rollito” de una adecuada “gestión de la demanda”, “políticas de ahorro” y “eficiencia energética”, está la mentalización de que lo único que nos depara el futuro es una escasez energética que ronda la usura, y mientras el déficit tarifario no deje de incrementarse hasta que alcance el nivel de “empleado público vitalicio”, garantizando el estado a ciertas compañías eléctricas su futuro antes que el del ciudadano, aquí no se moverá un dedo. Ofrecer un bien como la energía a un precio que mayoritariamente muchos ciudadanos no podrán pagar es propio de países tercermundistas.

lunes, 2 de abril de 2012

Cien días



Me pregunto  si cien días pueden derivar en el 24% de paro que padecemos. Para mí está claro que no. Algo fue mal, más allá de la crisis. En este país, la clase política ha desbarato, como en ningún otro, el valor del esfuerzo, del compromiso y del trabajo duro, como herramientas incuestionables para contribuir entre todos al progreso de una nación. Lo que se dice “nación”, en fin, “un concepto discutible y discutido” –decía así el primor cerebral que capitaneó el barco durante los últimos ocho años­–, parece no apreciarse, y más que una nación, parece una latitud casi expatriada. Durante esos funestos años, lo que mejor despachaba ese gobierno era la oportuna rectificación a cualquier ley esbozada, y las planteadas lo eran “ad hoc”, hechas de forma oportuna para atender a los intereses de grupos que pudieran garantizarle unos votos, evitando así comprometer la poltrona de alguna manera. Durante el contexto de un gobierno de espanto como el de los últimos años, y aunque se presumía que los sindicalistas tenían agarrados por los “güevos” a los empresarios para que ningún trabajador pudiera dejar de serlo por una caprichosa obstinación de los "malvados" patronos, lo cierto es que la espiral de paro se volvió exponencial, convirtiéndonos en los “unemployment champions League”, es decir,  los campeones de la liga mundial del paro, como diría el “mejor” presidente de nuestra democracia. De poco vale la procesión de sindicalistas y empresarios por magistratura cuando los "amos" no tienen ni patrimonio ni nada, acabando los procesos en papel mojado, ya que donde no hay, no se puede sacar. Ahora, cuando el nuevo gobierno crea una ley que reduce los riesgos que los empresarios deben asumir para comprometerlos en otra espiral muy distinta a la del paro, es decir, en la creación de empleo y puestos de trabajo, los campeones de la liga del paro sólo hacen hincapié en ciertos aspectos de la nueva ley, tachándolos de señuelos de la esclavitud, omitiendo la letra pequeña que los hacen prácticamente iguales a los del resto de Europa. Aunque hay empresarios usureros y desaprensivos que no dudarán en aprovechar la legislación para saldar alevosamente muchos de sus dispendios, también hay empresarios "buenos" que lo perdieron todo, que han avalado con su patrimonio las últimas nóminas que podían pagar, esperando que los trabajadores y los sindicatos estuvieran a su altura para poder evitar la quiebra de sus empresas, y no fue así. Está claro que ahora deben madurar todos, empresarios y trabajadores, dando muestras de responsabilidad a la hora de intentar crear ese tejido productivo, que con premura se necesita para evitar nuestro fracaso como país, y más adelante, cuando las cosas mejoren, se podrán abordar y garantizar cuestiones más allá de la urgencia vital que ahora padecemos.