miércoles, 22 de febrero de 2012

¿Servirá para algo la reforma laboral?

Sólo el tiempo dirá  si realmente mejorarán las cosas aplicando las nuevas disposiciones laborales esbozadas por el gobierno actual. Presumir de antemano, como vienen manifestando los sindicatos y el principal partido de la oposición, que no servirán de nada, tienen hasta cierto punto su gracia. Nadie movió un dedo para mejorar las cosas durante los ocho años en que la izquierda más espantosa de Europa gobernó este país, y curiosamente, pretendiendo garantizar los derechos de los trabajadores, esos derechos que entienden ellos como fundamentales, no ha cesado nunca de incrementarse la sangría de personas que perdían la oportunidad de trabajar. Intentar incrementar las oportunidades de trabajo es fundamental para poder garantizar cualquier derecho laboral o social en el futuro. No conozco a nadie que no desee encontrar un trabajo estable y bien remunerado, pero para poder garantizarlo, tiene que haber una solvencia económica que pasa por brindar facilidades para incrementar el tejido productivo, permitiendo que las empresas nazcan y se consoliden, generando los recursos económicos necesarios para poder materializar cualquier tipo de derecho, entre los que se encuentra el de subsidio de pensiones y de paro. Pretender crear empleo con un crecimiento inferior al 2% es muy difícil, y sólo puede pasar por abrir la mano para que las empresas que nazcan puedan sobrevivir al albedrío económico actual, adaptándose al margen de maniobra que les permite la realidad. Esa adaptación pasa, entre otra cosas, por contratar trabajadores en función de la demanda de trabajo, y si no pueden a medio plazo mantener enteramente la plantilla, podrán rescindirles el contrato sin que esa situación sea lesiva para su supervivencia, evitando lastrar con ello la captación de nuevo capital para no quebrar, que no tiene por qué venir de un banco o del estado, sino que puede provenir de familiares, amigos o de cualquier otro inversor. Aunque parezca una contradicción, si las miles de empresas y miles de autónomos que se han ido al garete, y otros que han sido “criminalizados” por no haber podido hacer frente a los pagos de las nóminas de sus trabajadores, tuvieran un mayor margen de maniobra, hoy posiblemente este país mantendría un perfil tipo al de cualquier otro país de Europa, con una tasa de paro considerablemente menor a la escalofriante que tenemos. Curiosamente, el noticiario nos brinda que el principal partido de la oposición tendrá que realizar un ERE para despedir a parte de su plantilla, por la merma de ingresos por sus derrotas electorales. Curioso también, que los políticos sean los primeros en “adaptarse” sin reparo a lo que caiga, pero a las empresas y a los trabajadores, que no dejan de ser los que pagan sus nóminas, les niegan ese albedrío que finalmente podría evitar llevarles a la ruina.

domingo, 19 de febrero de 2012

Hymn To Freedom


Mi gato me cuenta que nadie puede atisbar mejor que él la inmensidad del cielo sin que el vacío de la noche se le eche encima. Nadie sobrelleva mejor el incierto devenir existencial como el que vive en libertad por excelencia, ya que el circo de emociones cesa, y el peso de la agonía se diluye entre la intensa vida que exige el tributo a la manumisión. Nada es gratis en esta vida, y mi gato aprendió a maullarme con un sonido propio sabiendo que es el que mejor se adapta a mí, para poder contarme todas esas cosas que sólo los gatos saben, y que no acaba de comprender nadie, porque el peso de las ataduras nos sojuzgan a la razón, y nos ciñen a la tierra como patéticas lapas pegadas a las rocas. ¿Qué es lo que me susurra mi gato? Mi gato no susurra nada que no conozcamos ya, pero echando mano de su fina sabiduría, acercando su hocico a mi oído, me cuenta que la verdad se vive, y que no se enseña, y que todo aquél que quiera acercarse a la realidad tiene que participar en ella. Mi blog está abierto para poder vivir la realidad desde el ejercicio de la libertad de opinión, y después de tanto tiempo, tuvo que ser un gato el que me recuerde que les diga que un breve comentario siempre viene bien, y que cualquier cosa que digan siempre será un minuto de vida más en este breve espacio de orfebrería intelectual, en esta bagatela popular brindada gratuitamente para que todos seamos dignos de vivir en libertad. Gracias.

lunes, 13 de febrero de 2012

La Catarsis



Escaso margen tenemos para poder recuperar el albedrío del trabajo. La vida cotidiana se ha vuelto difícil, y todos aquellos jóvenes que antaño a una edad muy temprana estaban dispuestos a trabajar en algo poco exigente, pero bien remunerado, ahora sólo encuentran ubicación en el subsidio de desempleo. Una gran masa social renunció a su formación, al compromiso en la edad de formarse de hincar los codos para poder ser dueños de sí mismos, para poder desenvolverse en un futuro que ahora es más incierto que nunca, porque no tienen nada que ofrecer a una sociedad que cada vez es más exigente con uno mismo. La fiebre de la codicia arrastró a todo el mundo, y la pretensión de lucro de todos mató a la gallina de los huevos de oro, aquel hermoso regalo de un enanito a un buen hombre que acabó haciéndolo el más rico del pueblo, pero que al apoderarse de él una insensata avaricia, abrió la gallina pensando que encontraría una mina, y se quedó sin huevos de oro y sin gallina. En fin, el nuevo orden trae consigo una nueva vida, y ya desde el gobierno se aplica la máxima de que si no hacemos hervir la olla de la economía, a costa de quién sea y como sea, nos ahogaremos todos en ella. No recuerdo a ningún político que no le salieran ampollas al aplicar los recortes, porque cuando lo hacen es porque ya no tiene cabida la prodigalidad a lo que nos tienen acostumbrados, simplemente porque nos han dejado, o nos hemos quedado, sin un puto duro. Ahora es el momento de la catarsis, de estimular a una sociedad a que vaya más allá de "instalarse" en los ya escasos "puestos vitalicios", que ponga reparo a las consignas de un sindicalismo decimonónico y vertical que alberga el inmovilismo más rancio de toda Europa, que huya de la pretensión de arraigarse en el tiempo dependiendo exclusivamente del mileurismo, y se aferre en demandar una formación sólida, en asumir riesgos y compartir iniciativas que no dependan exclusivamente del préstamo de un banco y de las paupérrimas subvenciones públicas, y despierte poco a poco en un nuevo mundo hecho a la medida del compromiso, del esfuerzo y del trabajo honesto de cada uno, contribuyendo así a que una sociedad emerja de su fracaso despojándose del lastre que suponen todos esos miles de políticos y sindicalistas que se han hecho imprescindibles a lo largo de mucho tiempo, y que aprendieron a tejer su futuro alejados de las sórdidas fábricas y oficinas en donde se lo tienen que currar todos los demás.

domingo, 5 de febrero de 2012

La esencia de la demagogia: "Rico" versus "pobre"


        Ni Aristóteles, después de más de dos mil años influyendo intelectualmente en nuestra historia, pudo contribuir a que se disociara la democracia con la demagogia, convirtiéndose habitualmente el gobierno del pueblo en lo que el gran historiador griego Polibio denomino “oclocracia”, el gobierno de la muchedumbre, una masa biopolítica que se apunta para solucionarlo todo, pero que nunca se hace responsable de nada. Los demagogos suelen reconocerse porque se arrogan como únicos con derecho a interpretar y gestionar los “intereses” de las masas, encauzando hábilmente esos difíciles momentos históricos o políticos para conquistar o perpetuarse en el poder, personalizando las candidaturas, manipulando los medios, recurriendo sistemáticamente a las polarizaciones absolutas, como el bien y el mal, el rico y el pobre, la corrupción y la “pureza”, el atraso y el “progreso”, y como colofón de su retórica, el uso de palabras mágicas como “alianza”, “paridad”, “justicia” “equidad”, “cambio”, etc., imprecisos conceptos para manejar a la peña apelando a bombo y platillo al psicodrama emocional, bloqueando con ello a todo aquél que ose cuestionarlos.
    La trasnochada demagogia populista de ir contra los “ricos” parece colarse entre la “intelectualidad” más “seria” del País de las Maravillas, apelando a que éstos, los “ricos”, deben ahora expiar sus pecados cargando con el sufrimiento ocasionado a los “pobres”, por supuesto, pagando mucho más al fisco que nunca.
    Curiosamente, “contribuir” para que un país supere su “fracaso”, no es precisamente fustigar al “rico” con impuestos, sino que es estimular a todos aquellos que pueden y tienen, para que contribuyan a tejer una estructura productiva que pueda alejar de la miseria a millones de parados que han quedado sin trabajo, entre otras cosas, por la ineptitud de demagogos como los que nos gobernaron recientemente. El “rico”, asociado al discurso demagógico de los que hoy son oposición, estaba establecido por decreto para todos aquellos que ganaban más de 50.000 €, quizás porque “sisándoles” la pasta a cualquiera como fuera, lavaran la cara de alguno que nos gobernó sin criterio durante ocho acrísimos años.
    En fin, gravar seriamente a aquellos que disponen de un capital porque simplemente son “ricos”, ricos por el esfuerzo constante e ininterrumpido que hacen para llevar adelante sus propias iniciativas de trabajo y de progreso, sin pensar que posiblemente sean la única opción que nos quede para poder remontar la miserable situación en que vivimos, es un error. El “rico” que contribuya a mejorar la condición de los demás, no debiera ser el chivo expiatorio donde se asienta la demagogia de aquellos que nunca han tenido oficio ni beneficio alguno, pero que pretenden gobernar abanderando la demagogia del “rico pobre” para ocultar su verdadera incapacidad para poder hacerlo realmente. 
    El último congreso de la oposición nos devuelve más de lo mismo, más delirio y más demagogia, un pecado capital de la “socialdemocracia” ibérica, una desgracia como tantas en el siglo XXI, que arraiga porque aquellos pilares donde se sustenta una sociedad solvente, como la educación, no hay por donde cogerla.
    Los verdaderos ricos se ocultan como pobres entre esos laberintos legales que la parroquia política nunca ha querido tocar, supongo, porque de los pobres también viven "muchos".