jueves, 29 de septiembre de 2011

Cockaigne

Al igual que en el país imaginario que tanto dio que hablar en la Edad Media, el País de la Cucaña o el País de Jauja, donde se suponía que los que vivían allí lo hacían entre quesos y lechones ya asados que pendían abundantemente de las ramas de los árboles, y donde luego podían saciar la sed que producía las copiosas paparotas en los caudalosos ríos de leche o vino a voluntad, en la “cosa pública” del País de las Maravillas, los billetes parecían surgir de una recolecta otoñal de  hojas plateadas caídas de los árboles. 
La prodigalidad del régimen repartiendo “aguinaldos” a discreción era de sobra conocida por los ciudadanos. Nadie cuestionaba tan magnánima tarea, ya que nunca alguien puso reparo en que tal o cual ayuda fuera igual de generosa para el que disponía de “tarjeta” como para el que no; aún más, el reparto equitativo, así entendido, era una máxima dentro del dispendio generalizado en que se asentaba la política de “refuerzos” del dadivoso gobernalle. ¿Quién no recuerda la frivolidad con que se repartieron las bombillas de bajo consumo? ¿Quién no recuerda los 2500 para el nene sea de cuna o no? ¿Quién no recuerda la “E” bien grande colgada de paneles que en ocasiones eran más caros que la obra contratada, sólo para mantener al personal ocupado y dispersar al viento las “filantropías” del régimen? ¿Quién no recuerda cambiar las señales de tráfico para levantar el pie del acelerador solamente por unos meses? No es que no deban ayudarse a las madres que lo necesitan, el despropósito está en que al régimen le daba igual que la ayuda la percibieran también aquellas que realmente no la precisaban. Finalmente, como siempre, esta medida se fue al garete porque, como es obvio, era imposible mantenerla. Ahora, ni para unos ni para otros, y así desgraciadamente con todo. La demagogia económica y la falta de rigor en los más elementales criterios de “salubridad” financiera, nos mantiene en el umbral de la miseria.
            No entro ya en los aeropuertos donde no vuelan aviones, en la megalomanía de los AVEs que van casi vacíos, en las embajadas de las nacioncillas, en los números rojos en casi todo, en mil y una historias, que si no fueran que son a costa del trabajo y esfuerzo de miles de personas que no pueden parar de currar para pagar este dispendio y superar a duras penas la miseria cotidiana, aportando liquidez a este orden de evidente despropósito, no me importaría en absoluto. Se imaginan, por ejemplo, a Mr. White pagar de su bolsillo su propia megalomanía automotriz (los de Marian también se suman), y así no tener que dejar de pagar a las farmacias los medicamentos que tantas personas necesitan. En fin, es que me sacan de quicio, y por eso escribo antes de cometer una temeridad.
            Sí, sí,… ya sé, la crisis es de todos los países del mundo mundial y estelar conocidos, pero los que han mantenido la disciplina económica y  presupuestaria recomendada en el ámbito de la zona comunitaria, ahora cargan con las frivolidades y desatinos consumados por los de la periferia, y  el “sistema” siempre funciona mal, cuando los que manejan nuestros billetes son los que todos los días echan pestes contra él. El capitalismo es malo cuando nuestros billetes vuelan entre las manos de los que lo socializan todo, y ahí está el problema.
            Ahora emprenden la cruzada contra el “rico”, y yo me pregunto: ¿No sería mejor que el “rico” invirtiera su capital en nuestra maltrecha economía productiva antes que estos personajillos gestionaran su dinero?
            Cockaigne es una curiosa paranomasia en inglés con cocaína, que significa nada más y nada menos que “País de Jauja”, y aunque ahora la jauja se terminó, de lo otro, por desgracia, andamos surtidos.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Rub acabará instaurando la Alcabala


          Para mí esta claro, si queremos coger el tren de la recuperación, tenemos que implementar urgentemente las medidas que sean necesarias para estimular nuestra economía, comprometiendo a todos a aquellos que puedan aportar capital e iniciativas para poder reducir el paro y mejorar el producto interior bruto (PIB). No tengo duda alguna que si el estado se hubiera administrado mejor, ahora seríamos capaces de abordar los problemas económicos con mayor facilidad. Gobiernos como el del País de las Maravillas, inmersos en el meollo de la crisis, no pueden eludir la enorme responsabilidad de proveer unas directivas o reformas legislativas, que permitan que la sociedad pueda llevar adelante sus propias iniciativas de progreso y de trabajo, y además, impedir que la administración pueda superar el razonable umbral de gasto y endeudamiento que le permita el PIB, e impedir que pueda dilapidar el erario público, con esa alegría propia de quién maneja los billetes de los demás ignorando la enorme responsabilidad que eso conlleva.  
            Yo no puedo esperar nada de un gobierno como el actual, preocupado exclusivamente en perpetuarse en el poder, y lo más “razonable” que piensan hacer para luchar contra los graves problemas que arrastra la crisis, como el paro, es echar mano  principalmente de los recursos públicos para atajarlo. No me extrañaría nada que el candidato Rub, candidato por pelotas del partido de los “trabajadores”, sucesor de Calceolarios I, tuviera que llegar a instaurar nuevamente la Alcabala, el impuesto que más ingresos producía en la Corona de Castilla, allá por el siglo XIV. Así, no va a haber dinero que llegue, y lo peor de todo, no sólo no va a resolver nada, sino que va a contribuir a que la bola de nieve que acumula la deuda pública no encuentre fin, y la sociedad civil agonice pringando con el lastre que todo esto supone.
            Aunque el paradigma de la ciencia actualmente está puesto en duda, Einstein no decepcionó a nadie, y lo que hacía lo hacía convencido de sí mismo, con una honestidad intelectual impropia de los tiempos que corren. ¡Lean¡ Lean lo que dejó en su pizarra. ¡Je…je….je!!!!.        

sábado, 17 de septiembre de 2011

Racionalizar la Administración es de justicia social.


6 A.M. En el País de las Maravillas miles de esclavos de su trabajo se aferran a las persianas de sus pequeños negocios, coches o furgonetas, para poder sobrevivir, y al mismo tiempo, aportar liquidez a una voraz administración, una administración que durante años los viene observando de soslayo, y una sociedad que en muchas ocasiones no tiene reparo en tildarlos de defraudadores antes que de contribuyentes. Son los autónomos y pequeños empresarios, aquellos que con coraje se aferran a su trabajo para que éste no los deje en la estacada, aquellos que más puestos de trabajo generan y mantienen a largo plazo, aquellos que cobrando solamente el trabajo que realizan, un pequeño despiste puede fácilmente dejarles sin oler el pan de cada día, aquellos que una baja es un hecho irremediable, y recurrir luego a la familia o al amigo para poder cubrir las deudas que se echan encima, es normal.

8 A.M. En el País de las Maravillas miles de “servidores públicos” se ubican en sus guaridas laborales, con sus rostros distendidos por su privilegiado estatus laboral, por esa condición de perpetuidad inalterable, legitimada sobre todas las cosas por una “durísima” oposición, o por cualquier otra condición que la magnánima maquinaria política requiera, por ejemplo, para poder sentenciar una apretada “disputa” política, ganar o perder  unas elecciones, para poder entendernos mejor. La administración pública sigue inexorablemente su camino, no en base a una eficiencia y a un servicio público contrastado, sino, en general, al devenir “placentero” del trabajo que su estatus suele reportar.

10 A.M. Un ejército de privilegiados liberados sindicales y políticos de tercera, normalmente servidores del Partido de los “Trabajadores”, se ubican en cualquier minarete, presencial o virtual, que invite a la “motivación” social contra el gran enemigo del pueblo: los liberales, la “derecha extrema”, el capitalista (el que arriesga la pasta) y el capitalismo en general, la monarquía, la Iglesia, la Bolsa, el especulador malo (el bueno está dispuesto a perder dinero por “la causa”), el Partido del Pueblo (normalmente cualquiera de la oposición “antisocial”), y cualquier otra entidad que no sea la suprema, la del “trabajador”.

            Ni que decir tiene, todos ellos se deben a su amo, a un pródigo gobierno que los unta debidamente para que la agitación social no llegue a su puerta; obviamente, en cualquier otro lugar, dentro de la compleja división de poder que el maravilloso país tiene en diecisiete mil nacioncillas deficitarias, el devenir de algún cambio, propuesto sensatamente para salvar los muebles por algún partido liberal o no, conllevará una agenda de agitación sindical propia del cariz decimonónico que arraiga, por los siglos de los siglos, en el verticalismo sindical que impera en el quimérico país.

 11 A.M. Una pareja de jubilados acaba de echar un “polvo” antológico. El cero y la nada juntos se ciñen en su regazo, y escapar al frío invierno con la congelada pensión y el incremento del coste de la vida no permite otra cosa. El que pretende ser heredero del trono echa un pulso al “rico”, y acaba de recuperar uno de los impuestos más injustos que existen: el de patrimonio. Aunque sea de forma temporal, pagar varias veces por el mismo bien, conseguido con el trabajo y el ahorro de toda una vida, incluso birlándole la pasta al “rico”, no es razonable; sobre todo, como es de sobra conocido, instaurado para pretender que el gobierno esté presentable antes de las próximas elecciones, transfiriendo a quién sea el fiasco generado por sí mismo al haber hecho gala de una manifiesta incompetencia, que han hecho del dinero de todos, que no era de nadie, el hueco más grande de la reciente historia económica de este fascinante país. Los palos de ciego tocaron la piñata, y el caramelo está servido para todos aquellos que aprendieron a vivir de la prodigalidad de un gobierno, que con la manida etiqueta de “lo social”, no ha dejado de soltar billetes con esa alegría propia de quienes nunca han generado uno.

12 P.M. Un currante toma el fresco vislumbrando desde su balcón el perímetro de su calle. A pesar de la tenue luz de las lámparas de bajo consumo, prodigadas frívolamente por la regencia del estado, el tapetum lucidum de las retinas de un grupo de gatos callejeros reciclan mejor la escasa luz, que los “impresentables” los billetes de las retenciones y el IVA que le sisan al proletario. De nada valen los impuestos, si el que los administra desconoce lo duro que cuesta ganarlos. Ni oficio ni beneficio alguno ha sido conocido por el caudillaje de demócratas. La fría ruina en toda regla. Miseria por donde vayas. A pesar de todo, el taconeo de una sublime “hembra”, que se exhibe insinuándose ciñendo a sus turgencias la sedosa prenda oriental que la cubre, hace esbozar una sonrisa irónica al penúltimo hombre del día que pierde su contrato indefinido.

            La conciencia genera monstruos solamente cuando se duerme, y el presi se enchufa un micro enema en mitad de la noche porque no puede ya conciliar el sueño. El canal subliminal del mantra de la “sostenibilidad” ya no pudo liberar su mente de las pesadillas acumuladas entre las tinieblas. Esperar que la providencia se haga cargo del fin ha generado una realidad insostenible. Millones de parados tienen cada vez más dificultades para sobrevivir, y el sueño de una noche de espanto del carismático líder, agoniza entre el estremecedor ruido que genera la cisterna del retrete, después de que el citrato trisódico consumara su efecto.

            No puede ser más burdo el final de este onírico retrato, que refleja la intrahistoria de los sufridos anónimos que cada mañana sostienen con su esfuerzo, además de sus familias, el nutrido dispendio que requiere mantener la preservable condición publica del bucólico País de las Maravillas.

martes, 6 de septiembre de 2011

Mi cuota de poniente.


Hace ya algunos años que deambulé por los Estados Unidos de América, disfrutando muchísimo del derroche de vida y libertad que allí se ofrece abiertamente para todos; pero el 11S me sobrecogió despistado en mi pisito, en una pequeña ciudad del reino de las naciones enanas, una latitud algo grotesca y cuasi expatriada,  muy distinta a la sólida amalgama que acoge el sueño y la esperanza compartida por todos los norteamericanos. Ahora sé apreciar mucho más lo que somos y lo que tenemos, fundiéndose ocasionalmente en mi cabeza los gratos recuerdos vividos entre Virginia y Wyoming y los horribles sucesos acaecidos ese día. Algún compatriota dejó su vida allí, y por todas las víctimas, nunca cesaré de reivindicar, defender y admirar, mi cuota de poniente, la que nace alegremente cada mañana en el ocaso del oriente sometido, intentando contribuir así para que no sea el olvido el que nos devuelva otro trágico día de septiembre o de marzo, donde el aliento de una fría obsesión etérea pueda helarnos de nuevo el corazón. Que Descansen En Paz las Víctimas, pero no en el olvido.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Mr. White quiere sablear al rico; pero, ¿Qué rico?



El fabuloso gobierno del País de las Maravillas seguirá subiendo impuestos, pretendiendo cubrir todos los fiascos económicos que nos deja con el dinero de todos los que tienen todavía la oportunidad de trabajar, y con el de otros que suelen comprometer su capital para poder crear una oportunidad de trabajo para muchos más. Al ministro White y a otros innombrables nunca les podrán birlar un duro, porque nunca han tenido oficio ni beneficio que no fuera otro que trepar vertiginosamente en la cadena vertical del partido. White no es Robin Hood, porque la prodigalidad de White no sería compatible con la generosidad de Robin, y aunque ahora pretenda sablear al “rico” impunemente vendiendo la moto de una gran labor social, mañana, cuando falten todavía más recursos para resolver los problemas que creará la viciosa espiral de mala gestión que el maravilloso gobierno mantiene, nos pedirá “un esfuerzo” para salvarle el pellejo. ¡¡¡¡White, resigns already!!!!  
 
Post Datum

La motosierra la devolvió Marian al concesionario, porque antes pasó White con la retroexcavadora dejando cinco millones de parados, congelación de pensiones y una reducción de salarios acojonante; además, White and friends nos han dejado un agujero negro tan blanco, tan blanco, tan blanco, que en el Wonderful Place se quedaron “ciegos”.