martes, 26 de julio de 2011

¿Ataque especulativo, o hábil maniobra especulativa para sacarle el máximo partido a la increíble inacción económica de gobiernos incompetentes?


País de las Maravillas. 2150, Año de delirio económico. Ficción. Cualquier parecido con la realidad no será más que una pura coincidencia.

Terminología y pequeñas estampas sicalípticas de una economía morbosa.

            Un gobierno  puede vender papelitos para poder financiarse, y pagará por ellos un determinado interés al cabo de un determinado plazo a quién los compre. El bonito nombre que se le da a estos papelitos se les llama “bonos”.

            El interés que se paga por estos bonos es el que ofrece el estado para que el comprador, o inversor, pueda sacarle partido, más un porcentaje que está en relación directa con la probabilidad, real o no, de que el estado deje de pagar esos bonos a los inversores. Aquí se cuantifica el riesgo de impago, denominado “prima de riesgo”.

            De algún modo es posible aproximarse con el cálculo a la probabilidad de que un estado deje de pagar, simplemente, comparando el valor de los bonos a diez años en el mercado secundario de un país concreto y el del bono alemán. Para una misma moneda, si la rentabilidad del bono del país de referencia, por ejemplo, del bono alemán, es de 4€, y el de El País de las Maravillas es de 7€, la prima de riesgo del País de las Maravillas será la diferencia, es decir, 3€. Pero la confianza que pueda inspirar un gobierno a un comprador o inversor va más allá de eso, y el grado en que uno pueda fiarse de que le paguen o no, está ligado, entre otros, al nivel de contradicción que un gobierno infunde entre lo que dice y lo que realmente hace en el contexto económico.

            Objetivamente, hay dos factores que influyen, sin lugar a dudas, en la credibilidad económica de un gobierno: el aumento del déficit público y la caída del PIB.

            Cualquier gobierno puede endeudarse, más o menos a un determinado plazo, pero puede compensar luego ese endeudamiento, incluso tener superávit, si su economía mantiene el pulso y no está en recesión, es decir, no cae el PIB.

            Vamos a suponer que en el País de las Maravillas ocurre lo contrario; tiene un gobierno de espanto que se endeuda hasta el culo, y además, a largo plazo (la sostenibilidad),  la historia no cambia. Bueno, pues  aquí no hay quién se libre, la confianza, la credibilidad, y hasta el liderazgo de su amado líder, estarán en cuestión. Al no tomar el gobierno medidas para mejorar la situación económica, nadie se fía, y la prima de riesgo se dispara porque cuesta vender los bonos, es decir, transferir la deuda. Aquí podemos tener un índice de como van realmente las cosas.

            En suma, para asumir una deuda de forma saludable, es decir, sostenible, el PIB y el déficit deben crecer de forma paralela, o sea, más o menos al mismo ritmo, ya que la perspectiva de los inversores sobre el riesgo contraído depende de ello.

            El gobierno del País de las Maravillas tiene enormes problemas para hacer llegar a los inversores la idea de que su economía tiene futuro, es decir, que va a crecer. Los ingresos dependen únicamente del crecimiento de la economía, y sabiendo que el déficit público es la diferencia entre ingresos y gastos, y los gastos en gran medida están compuestos por la devolución del vencimiento de la deuda, la situación se agrava. Si la prima de riesgo y la desconfianza aumenta, y con ello tiene que endeudarse más para pagarla, el círculo vicioso está servido, aumentando vertiginosamente la desconfianza de que el gobierno pueda pagar.

           En algún momento de este texto se hace referencia al “mercado secundario”. Bueno, brevemente comentaré, que en el “mercado primario” es donde se realiza la primera subasta de los bonos que vende el estado, pero lo bonito de estos “bonitos” es que pueden cotizar en un mercado, llamado “mercado secundario”, donde se puede comprar y vender a gente que no es el estado. Así, antes de rematar los diez años, que se usa de referencia para que el estado los pagué, podemos conocer realmente la prima de riesgo de un estado en un momento dado, simplemente conociendo lo que se paga por cada bono en este mercado.

            En el País de las Maravillas, que empieza a dejar de serlo por la flagrante ineptitud de quienes rigen su destino, en los “media”, un bonachón sindicalista del régimen comienza una tertulia delatando la villanía o alevosía de actuación de unos “malvados” especuladores, que ante las perspectivas de un gobierno “solvente”, que “hace los deberes”, y legisla y “compromete” el cargo de su amado líder, para resolver los problemas económicos de su comunidad, tienen la osadía de vender gran cantidad de bonos en el mercado secundario, haciendo que el valor de los mismos bajen, y la prima de riesgo se dispare, ya que ahora, el estado, sofísticamente filántropo, tiene que venderlos más caros para que se los compren. En una cadena privada de televisión, que a duras penas escapa a las pretensiones de cierre por aquellos que se irritan por sus incómodos comentarios y opiniones, Between Economy Now, un perplejo especulador, inversor a corto plazo, se afana en que ellos no tienen la culpa de los “desequilibrios” económicos de este maravilloso país, y que tampoco ellos son los responsables del paro, ni de la pendiente de bajada del PIB (recesión de hecho), ni del nivel de deuda y de los problemas que tienen para pagarla; “nosotros vendemos para no perder nuestro dinero, y aunque nuestra única pretensión es ganarlo a corto plazo, ante las perspectivas económicas que delata la ineptitud e incapacidad del gobierno para mejorar en el futuro la situación económica, mejor vender y sacarle partido a la necesidad de transferir la deuda que un estado ineficiente genera sin control”.  Finalmente, se hace una inquietante pregunta: “¿Quién es más vil, el estado que compromete el dinero de sus ciudadanos alegremente, gastando lo de sus hijos y de sus nietos, o aquellos que aprovechan la irresponsabilidad y el embolado en que se mete un gobierno para poder hacer frente a una imperiosa necesidad de financiación por haber sobrepasado en el gasto cualquier límite?”.

            Los especuladores son una figura económica necesaria, ya que sin ellos, en el “País de las Maravillas”, sus ciudadanos se habían enterado del despropósito de gasto el día en que el país estuviera en quiebra, y la prima de riesgo no tendría sentido, ya que el único “chivato” del desatino económico, enmudecería antes de caer “El País de las Maravillas” en el abismo.

domingo, 10 de julio de 2011

Podría ser el nuestro, podría ser yo.

¿Recuerdan a un presidente que pregonaba que el eje de una buena política social era evitar el paro y ofrecer a los ciudadanos la libertad y la oportunidad para que pudieran llevar adelante sus propias iniciativas de trabajo y de progreso? Decía también que la política de mantener bajo el precio de los créditos, como nunca se ofrecieron en España, promovía que la mayoría de los currantes pudieran cambiar de estatus y hacerse con aquello que la mano inútil del estado nunca podrá ofrecer a la mayoría: un pisillo saludable, iniciar un pequeño negocio y dejar de ser un esclavo asalariado a destajo, un cochecito cercano al que solían disfrutar esos gerifaltes de las tribus más “dabuten” del reino de la risa; Sí, aquél que pregonaba mantener cierta austeridad en el gasto público y en los salarios para el control de la inflación, como cuestión básica para que la competitividad y el control de la economía no derivara en las interminables colas de parados que antaño decoraban las calles donde se ubicaban las oficinas de desempleo, que a muy pocos empleaban. Sí, aquel que empezaba a cuestionar que nuestra política energética dependiera de forma escandalosa del petróleo, y que había que pensar en algo más serio que los molinillos, los paneles termosolares y fotovoltaicos, para eludir el albedrío especulativo del petróleo y evitar en la medida de lo posible su incidencia en nuestra economía. Ahora resulta que el pecado capital lo cometió el currante y el tradicional chivo expiatorio USA, como no podía ser menos cuando nuestro tejado se cae, cuyo desliz más señalado es el haber alcanzado mayor nivel de vida que nadie en muy poco tiempo, y es el “ejemplo sangrante” que sirve para que a los demás nos la envainen alegremente negándonos un desliz igual, es decir, incurrir en el pecado de comprar cuando en un momento señalado de nuestra historia económica la soberanía popular era real gracias al bajo coste de los créditos. Ahora, se nos somete al rigor de la hoja de cálculo para señalarnos como estúpidos consumidores felices, responsables de la desgraciada situación actual, señalando veladamente al primor cerebral que rige nuestros destinos con la mente perdida en el limbo de la atrevida inacción de la ignorancia, vendiendo la política social como un despacho directo de billetes, olvidando que el verdadero sentido social de la economía no es sólo brindar la puntual atención a aquellos que difícilmente se valdrían por sí mismos, sino que es evitar que el ritmo económico decaiga y permita que todos, y especialmente los que más lo necesitan, puedan entrar en el juego del trabajo y en la “osada” pretensión de procurar ser dueños de sí mismos, alejándose en lo posible de la dependencia subsidiaria del estado y contribuyendo así a una tendencia natural hacia la mejora de las cosas. Ese Presidente podría ser el que tenemos, si fuera razonable, o cualquier otro que sea capaz de tomar decisiones asumiendo su responsabilidad, y comprometiendo su cargo en aras de intentar paliar la delicada situación que se nos viene encima. Señores, el capitán que tenemos no tiene ni idea de lo que se trae entre manos, y lo que es peor, no tiene trazas de comprometer su cargo tomando incómodas decisiones que puedan contribuir a paliar la situación. El barco se hunde, sálvese quién pueda.