lunes, 13 de febrero de 2012

La Catarsis



Escaso margen tenemos para poder recuperar el albedrío del trabajo. La vida cotidiana se ha vuelto difícil, y todos aquellos jóvenes que antaño a una edad muy temprana estaban dispuestos a trabajar en algo poco exigente, pero bien remunerado, ahora sólo encuentran ubicación en el subsidio de desempleo. Una gran masa social renunció a su formación, al compromiso en la edad de formarse de hincar los codos para poder ser dueños de sí mismos, para poder desenvolverse en un futuro que ahora es más incierto que nunca, porque no tienen nada que ofrecer a una sociedad que cada vez es más exigente con uno mismo. La fiebre de la codicia arrastró a todo el mundo, y la pretensión de lucro de todos mató a la gallina de los huevos de oro, aquel hermoso regalo de un enanito a un buen hombre que acabó haciéndolo el más rico del pueblo, pero que al apoderarse de él una insensata avaricia, abrió la gallina pensando que encontraría una mina, y se quedó sin huevos de oro y sin gallina. En fin, el nuevo orden trae consigo una nueva vida, y ya desde el gobierno se aplica la máxima de que si no hacemos hervir la olla de la economía, a costa de quién sea y como sea, nos ahogaremos todos en ella. No recuerdo a ningún político que no le salieran ampollas al aplicar los recortes, porque cuando lo hacen es porque ya no tiene cabida la prodigalidad a lo que nos tienen acostumbrados, simplemente porque nos han dejado, o nos hemos quedado, sin un puto duro. Ahora es el momento de la catarsis, de estimular a una sociedad a que vaya más allá de "instalarse" en los ya escasos "puestos vitalicios", que ponga reparo a las consignas de un sindicalismo decimonónico y vertical que alberga el inmovilismo más rancio de toda Europa, que huya de la pretensión de arraigarse en el tiempo dependiendo exclusivamente del mileurismo, y se aferre en demandar una formación sólida, en asumir riesgos y compartir iniciativas que no dependan exclusivamente del préstamo de un banco y de las paupérrimas subvenciones públicas, y despierte poco a poco en un nuevo mundo hecho a la medida del compromiso, del esfuerzo y del trabajo honesto de cada uno, contribuyendo así a que una sociedad emerja de su fracaso despojándose del lastre que suponen todos esos miles de políticos y sindicalistas que se han hecho imprescindibles a lo largo de mucho tiempo, y que aprendieron a tejer su futuro alejados de las sórdidas fábricas y oficinas en donde se lo tienen que currar todos los demás.

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