domingo, 25 de septiembre de 2011

Rub acabará instaurando la Alcabala


          Para mí esta claro, si queremos coger el tren de la recuperación, tenemos que implementar urgentemente las medidas que sean necesarias para estimular nuestra economía, comprometiendo a todos a aquellos que puedan aportar capital e iniciativas para poder reducir el paro y mejorar el producto interior bruto (PIB). No tengo duda alguna que si el estado se hubiera administrado mejor, ahora seríamos capaces de abordar los problemas económicos con mayor facilidad. Gobiernos como el del País de las Maravillas, inmersos en el meollo de la crisis, no pueden eludir la enorme responsabilidad de proveer unas directivas o reformas legislativas, que permitan que la sociedad pueda llevar adelante sus propias iniciativas de progreso y de trabajo, y además, impedir que la administración pueda superar el razonable umbral de gasto y endeudamiento que le permita el PIB, e impedir que pueda dilapidar el erario público, con esa alegría propia de quién maneja los billetes de los demás ignorando la enorme responsabilidad que eso conlleva.  
            Yo no puedo esperar nada de un gobierno como el actual, preocupado exclusivamente en perpetuarse en el poder, y lo más “razonable” que piensan hacer para luchar contra los graves problemas que arrastra la crisis, como el paro, es echar mano  principalmente de los recursos públicos para atajarlo. No me extrañaría nada que el candidato Rub, candidato por pelotas del partido de los “trabajadores”, sucesor de Calceolarios I, tuviera que llegar a instaurar nuevamente la Alcabala, el impuesto que más ingresos producía en la Corona de Castilla, allá por el siglo XIV. Así, no va a haber dinero que llegue, y lo peor de todo, no sólo no va a resolver nada, sino que va a contribuir a que la bola de nieve que acumula la deuda pública no encuentre fin, y la sociedad civil agonice pringando con el lastre que todo esto supone.
            Aunque el paradigma de la ciencia actualmente está puesto en duda, Einstein no decepcionó a nadie, y lo que hacía lo hacía convencido de sí mismo, con una honestidad intelectual impropia de los tiempos que corren. ¡Lean¡ Lean lo que dejó en su pizarra. ¡Je…je….je!!!!.        

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