lunes, 2 de enero de 2012

Un relato sobre lo esencial: La Otra



            No esperaba que a nadie le importara por qué pretendía huir de mí misma. Un sol espléndido y un pretexto peregrino, ¡y a volar!. Así fue mi último día de asueto, alejada de los míos y del ajetreo cotidiano, deambulando sola, sin rumbo por los campos dorados que con tanta frecuencia pateaba en mi infancia, mecida por el agradable aire fresco de aquel día. Los años se echan encima, la conciencia me mata y reprueba cada minuto de vida que se esfuma, un tiempo contable que sólo parece estar disponible para superar cada día la renta de cualquier otro. Dios mío, no quiero morir olvidando esos esplendorosos campos que fluyen hacia ese horizonte azul inalcanzable, hacia ese espacio abierto que hace que la ansiedad mute de forma natural hacia el sosiego, hacia esa quietud donde el principio y el fin se encuentran como en una quimera, hacia ese rincón donde me podría abandonar sin dolor el tiempo. Por fin soy yo, la otra, la de un día imprevisible, esa niña mona que pretende huir de su ajetreada monotonía, para no dejar de vivir antes de disfrutar de un holgado traje de pino.

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