sábado, 5 de mayo de 2012

Angustia: la justa

La incertidumbre es la reseña que pesa sobre la economía de nuestro país. La falta de elementos que puedan mostrar veladamente  la tendencia económica en un futuro inmediato nos mantiene en vilo. Tanto los ciudadanos, como los inversores, como los mercados, esperan ansiosamente que salgamos del coma buscando algún elemento discontinuo en el trazo plano que describe últimamente la actividad económica. A mi juicio, la crisis, como forma genérica de describir una situación económica y social embarazosa e inestable, mutó hacia una crisis de deuda. Los bancos ya no pueden financiarse comprando deuda pública debido a la depreciación de la misma, y ahora compran deuda para contribuir de alguna manera al lenitivo estatal, actuando como auténticos “patriotas de hojalata”. Los bancos tienen que transformar en moneda la enorme cantidad de activos que tienen en forma de bienes inmobiliarios, y ahora tendrán que hacerlo sin demora, ya que en este momento no pueden pensar que el contribuyente vaya a compensarles la mengua de su valor en el mercado, teniendo que  “comerse con patatas”  las pérdidas derivadas del riesgo asumido al conceder los créditos hipotecarios con escasas garantías para reembolsarlos. En fin, el gobierno va a obligar a los bancos a disociar los activos líquidos de los “impalpables”, obligándoles a crear unas entidades paralelas para que puedan transformar los activos inmobiliarios en billetes, sin distorsionar la realidad financiera como hasta ahora se sospecha. Así, teniendo que venderlos al precio que ahora la gente está dispuesta a pagar, se destapará el velo de desconfianza que actualmente pesa sobre las entidades financieras, al tener que presentar ahora balances seguros sin activos que se han depreciado enormemente, y que todavía no se han liquidado. Asumir un poco de ansiedad para gestionar la incertidumbre es inevitable, y pronto, con las reformas adoptadas, es posible que superemos el trance.

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