sábado, 9 de febrero de 2013

La pota empieza a hervir (Parte II)

      En fin, unas malas fotocopias pueden cambiarlo todo, y aunque rico de repente, o heredero, o mala gente, y donde dije digo, digo Diego, y a río revuelto, ganancia de pescadores, el delirio está servido. Así, sin reparo alguno, entregados a la acreditada “justicia” impartida por los grupos mediáticos, a la oportuna agitación promovida por la demagógica e intelectual y políticamente insolvente izquierda, que nos dejó "en bragas”, y  al albedrío de un gobierno con una incuestionable mayoría, que parece sólo comprometer haciendo pringar con la crisis primordialmente a nuestra sufrida clase media, pretendemos superarnos.
    Tuvimos que llegar a cinco millones de parados para abordar urgentemente las reformas que debían de haberse hecho en un momento más oportuno, intentando evitar que las empresas fueran dejando de brindar oportunidades de trabajo a medida que las dificultades para ofrecerlo eran mayores. Hay algo más, fuera del contexto puramente económico, que condiciona que se traduzca directamente en puestos de trabajo la mejora de las cosas. A mi juicio, la esencia del tema se oculta detrás de un término que fue colándose sigilosamente en nuestra sociedad, y que está malográndolo todo: el desarraigo.
    Cuando yo estudiaba, la educación pretendía algo más que lavar la cara estadísticamente a nuestros políticos, y los aprobados y suspensos iban curtiendo nuestra estima para acercarnos a una realidad futura que nunca se presentó fácil para nadie. Creo que es la primera vez en la historia de nuestro país que una generación nueva no “humilla” intelectualmente a la anterior. ¿Cómo van a poder buscarse un puesto de trabajo muchos jóvenes, si no entienden lo que les dices? ¿Cómo van a superarse cada día si el esfuerzo, la tenacidad y el trabajo duro, es desconocido para muchos? ¿Cómo van a comprometerse en algo más que consigo mismos si viven en un país casi expatriado, enzarzados siempre por su bandera?
    Trabajar como camarero o músico en un festivo, reparar cachivaches cuando en alguna ocasión se requería, ganarnos la vida como podíamos, e incluso pretender pagar con ello los estudios, era para toda mi generación una gran oportunidad. Y así, inmersos en la vida real, alejados de la televisión, el botellón y la discoteca, intentando mejorar un poco cada día sin pretender hacerlo a costa de los demás, llegamos aquí. Brindar oportunidades no basta, es preciso estar preparados para saber aprovecharlas.
    En fin, cuando el pilar educativo no se sostiene, la espiral del desarraigo comienza, desbaratando las escasas oportunidades que una sociedad en crisis comienza a brindar a todos aquellos que ahora desesperadamente lo necesitan.
    Muchos ríos de tinta tendrían que correr para poder explicar lo que realmente nos pasa, pero un modesto blog sólo pretende despertar la curiosidad procurando evitar que no genere muchos problemas, especialmente para el que lo escribe.

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