sábado, 11 de junio de 2011

El rumor de los infelices (escrito antes de que aquí se reconociera la crisis)

Es posible que la incertidumbre financiera y la crisis pudieran haberse evitado si el riesgo que conllevó la financiación “alegre” a los infelices que tradicionalmente poco pueden garantizar, por su estatus y condición “ninja” (no incomes, no jobs, no assets, no ingresos fijos, no trabajo estable, no poseedores de alguna propiedad), nunca lo hubieran asumido ciertas entidades financieras. Los currantes que se beneficiaron de esas hipotecas no han desaprovechado la oportunidad que se les brindó en su momento, como no podía ser menos, y fue posible gracias a la brillante ingeniería financiera oculta en las hipotecas “subprime”, repartiendo el riesgo que contraían con las “prime” (de poco riesgo de impago) donde ahí sí había garantías de mejorar y recuperar la inversión, reduciendo con ello el riesgo asumido. El riesgo directo es en gran medida asumible y predecible, pero la economía es sensible al contexto y se tambalea ante imprevistos que son muy difíciles de controlar, sobre todo entre esa maraña de cambios que poco a poco fue reduciendo el valor de las propiedades que se compraban, y que con ellas se sostenía la credibilidad de la inversión o el valor real de lo financiado. Finalmente, una excesiva confianza en un albedrío económico favorable, tanto por los gobiernos como por las entidades, que vagaban en una cómoda inercia, y que sin duda alguna el que más y el que menos pretendía sacarle partido tanto económico como político, les llevó quizás a ignorar o a ser incapaces de reconocer a tiempo el problema que se avecinaba.
 En estos momentos el Presidente de Los Estados Unidos pretende dar respuesta a un problema que puede arrastrar un problema todavía mayor, que la historia ha vivido hace unos ochenta años y que condenó a millones de americanos a la más absoluta miseria. Ahora no sólo son los ciudadanos norteamericanos los que pueden ser castigados por la situación, si no que medio mundo se ve afectado porque muchas entidades de todo el planeta asumieron, voluntaria o involuntariamente, ese riesgo. De aquella experiencia quedó, como muchas otras amargas, la duda que siempre a uno le asola si se pudo evitar o no la crisis, o mejor, si aquellos desgraciados que fueron arrastrados por la situación de las entidades financieras hacia la miseria, se podría haber impedido asumiendo temporalmente el estado parte del riesgo contraído, evitando así la patética crisis de desarraigo social que la situación generó, y facilitando que el sistema financiero se reorganizara para evitar que cayera. En aquel momento, la disputa de poder entre bancos enmudeció a las voces que parecían intuir que una solución podría ser hacerse con parte de ese mercado financiero en crisis, evitando la tragedia humana y económica que se produjo, mientras paradójicamente millones de dólares eran ajenos a lo que sucedía en las bodegas del tesoro público. Ahora los naturales recelos políticos en época preelectoral hacen esperar unas medidas que podrían paliar y evitar una tragedia como la vivida en aquellos años, brindando a un problema “conocido” una solución nueva donde no hay mucho juego para la indecisión. Estoy seguro que el plan de rescate acabará aprobándose.

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