martes, 21 de junio de 2011

Una de pensiones, por favor. ¡Marchando!!!

Mucha gente tuvo un montepío publico y pasó lo mismo que con muchos seguros privados, y poco a poco, la única garantía pública que nos va quedando es la de cobrar cuando tanto en el ámbito público y privado las garantías se pueden mantener, pero el reto está en garantizar las cuantías cuando las cosas están como están ahora. En un sistema en el que la única opción posible es ir contribuyendo para que finalmente, al cabo de ciertos años, pretendan todos ser partícipes de una renta producto de lo aportado, hay siempre una entropía financiera que finalmente suele comprometer sin reparo el cobro del valor establecido. Si además, el dinero que se aporta se utiliza para pagar otras dispendios, como las pensiones no contributivas, los impagos apremiantes, etc., por ejemplo, el sistema no racha por la tendencia natural de la “segunda ley de la termodinámica financiera”, es decir, por la entropía o inevitable devaluación paulatina de lo aportado, sino que ya comienza el proceso por una flagrante mala gestión. Un sistema público montado para que lo gestione el estado sin el obligado compromiso de que, a un determinado plazo, todos los que han contribuido cobren finalmente lo establecido, es una auténtica farsa. Así, el sistema público de pensiones tendría que ser gestionado brindando la oportunidad de que esos fondos pudieran tratarse de igual modo que cualquier otros, colocando parte de ellos en la dinámica de inversión necesaria para compensar la inevitable devaluación de su valor, no sólo por los desajustes sobre lo establecido previamente, sino por el incremento del paro, por la prodigalidad del gobierno de turno, etc., sin obviar que el estado tiene que asumir el posible riesgo de la inversión, ofreciendo garantías, del mismo modo que lo hace para otros activos como son la deuda pública. En suma, cada cierto tiempo, siempre hay que discutir el valor final de “nuestro negocio” porque, entre otras cosas, siempre queda al albedrío exclusivo de las oportunas decisiones que toman iluminados y  privilegiados políticos y sindicalistas de sobra conocidos por su “elevada capacidad de gestión”; por eso recomiendo dormir tranquilos, están los defensores del puesto vitalicio gestionando nuestro dinero, y el estado pagará, pero lo establecido, lo dudo.

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