Conocimos los PGE (PresupuestosGenerales del Estado), y sin duda alguna, globalmente se aprecia un
aumento del gasto que ronda algo más de 5%. Vender la moto de la
austeridad parece ser la consigna del gobierno, aunque al sumar lo
que interesa mostrar con lo que no interesa tanto, las cuentas son
las que son. Podremos engañarnos a nosotros mismos, pero no creo que
la avanzada Europa, esa otra Europa seria que no reniega de la
eficiencia y del estado de derecho, que suma y resta ajustándose a
su capacidad, que mejora las cosas sin comprometer la supervivencia
de aquellos que generan riqueza asumiendo el compromiso y el riesgo
de sus iniciativas, se deje persuadir. A los “bonistas” o
tenedores de deuda, a los inversores foráneos y a todos aquellos que
tienen pasta susceptible de invertirse productivamente, nadie les va
a engañar, y más allá de lo que yo pueda escribir, el
comportamiento de la prima de riesgo es lo que nos va a decir si
podemos asumir ese incremento sin que el precio de las emisiones de
deuda supere ese nivel inasequible para nosotros. El próximo año
rondará un billón de euros lo que deberemos todos los españoles,
siendo la partida dedicada a pagar todo eso lo que más se
incrementa. Honestamente, las dependencias de un pasado ominoso, tipo
ZP, que asume este gobierno, como el pago a los proveedores –
iniciativa loable como la que más – , y El Fondo de
Reestructuración de Ordenación Bancaria (FROB), se llevan luego la
palma. Otras sociedades públicas, de las que no quiero ni pensar,
seguirán con su bonita bola de nieve que también tendremos que
“licuar”. La emisión de deuda pública para el próximo año se
tendrá que incrementar, ya que si no remonta la economía
dependeremos de ella para asumir los gastos. En suma, el déficit
público se incrementará a pesar de la intención del gobierno de no
hacerlo, y para todos aquellos que crean que incrementando el gasto
público para motivar nuestra economía puede ser una buena solución,
que tomen buena nota, porque la espiral de deuda es finita, y si los
mercados no se comportan bien, se comprometerá nuestra liquidez. Si
en el ámbito público la suntuosidad pasara a la sobriedad, si del
patrioterismo pasáramos a la lealtad, y si facilitaran las cosas a
todos aquellos que con su capital asumen riesgos y compromisos para
crear esa infraestructura productiva que nos vincule realmente al
desarrollo, otro gallo nos cantaría. Pretender hacerlo eludiendo el
advenimiento de una sociedad para que asuma su propio futuro
prometiéndoles un puesto vitalicio por el que se pelea media nación,
es una degollina en vida.
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