No sé si saben que nuestra Constitución
es el texto constitucional progresista que está echando más años con
vida en España, y una de las más extensas de Europa. También les diré
que fue el exalcalde de Madrid, el profesor Tierno Galván, quien redactó
el Preámbulo de nuestra Carta Magna, y el Nobel Camilo José Cela el que
revisó gramaticalmente el texto constitucional definitivo. Nuestra
Constitución fue ratificada por el pueblo español el 6 de diciembre de
1978 con el 88,54% de los votos a favor, y una abstención del 32,89%.
Curiosamente, en Cataluña se ratificó con los votos a favor del 90,46%.
¿Qué
nos garantiza? Nos garantiza el principio de legalidad, es decir, que
todo poder público debe de estar sujeto a la ley y no al capricho de
algún iluminado; la jerarquía normativa, es decir, que una ley de rango
inferior no puede vulnerar ni contradecir una ley de rango superior; la
publicidad de las normas, es decir, hasta que no se publican en el
Diario Oficial y así poder todos conocerlas, no podrán aplicarse; la
seguridad jurídica, es decir, las garantías que ofrece el estado a las
personas y a los bienes de que el derecho no será violado; la
irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o
restrictivas de derechos individuales, es decir, que no pueden
sancionarnos con normas que entraron en vigor después de haber cometido
algún delito; etc., etc.. Hermosas garantías para prevenir que el
derecho a la libertad, a la propiedad, al libre acceso a la información,
al cumplimiento de las leyes, etc., no sea comprometido
arbitrariamente.
Existen derechos en
nuestra Constitución que se prestan a la demagogia, por ejemplo, el
derecho a una vivienda digna, y aunque es un derecho universal que no se
puede negar a nadie, hay quien lo vende sólo como régimen jurídico de
propiedad, no echando mano de otro régimen como el de alquiler o
arrendamiento, o cualquier otro que permita el disfrute de una vivienda
sin comprometer, por ejemplo, el mismo derecho de la propiedad, ya que
corren vientos donde se habla de expropiar a todo infeliz que
comprometió su esfuerzo y su trabajo durante años en el pago de una
segunda vivienda, que no suele usar habitualmente, para que otros la
disfruten, supuestamente porque la necesitan. Expropiar los bienes de
los demás suena muy bien en los ámbitos próximos a la izquierda más
rancia de Europa.
¿Nos sobra todo esto? Modificar algún punto de
la Constitución no es ningún espanto, de hecho ya se hizo, por ejemplo,
con el artículo 135, pretendiendo garantizar así la estabilidad
presupuestaria, evitando que la megalomanía del poder lleve a nuestros
políticos a dilapidar alegremente el dinero de todos, comprometiendo la
solvencia económica de generaciones futuras. Lo que no es de recibo es
apelar a un nuevo orden constituyente desdeñando el que tenemos porque
nuestra Constitución, resultado de una transición “inmodélica” de la
dictadura a la democracia, todavía no acabó de eliminar el tufillo
fascistoide que heredó del franquismo. El populismo se pronuncia en
estos términos porque en realidad pretende alienar económica y
políticamente a una sociedad dentro del marxismo radical en el que se
asienta, llevando consigo comprometer la libertad económica, y hasta
donde yo conozco, conllevaría así comprometer la libertad política. No
me extrañaría, porque siempre se puede apreciar en el pronunciamiento
político del populismo un velado recelo a la democracia representativa que
tenemos, y está claro que cualquiera que no entienda sus maravillosas
propuestas está imbuido de una ideología ciega a la realidad que ellos
perciben, haciendo hincapié en que la Constitución que tenemos fue un
cambalache entre las élites gobernantes, y no un texto que surge de esa
democracia “real” a la que siempre apelan, la que va de abajo hacia
arriba, y no “al revés”. Por supuesto, el adversario político, "heredero
de ese pelaje fascistoide que caracterizó la dictadura", no tiene ningún
arraigo democrático, je, je, faltaría plus. En fin, tengo la convicción
de lo que hay detrás del populismo no es ni más ni menos que un cambio
radical de nuestra sociedad, comprometiendo la libertad económica y
política, pretendiendo cambiar nuestra Constitución para perpetuarse en
el poder, alejándonos de nuestro ámbito natural, de esa Europa que tanto
bienestar y libertad nos aporta, condenándonos a una crisis total de
envergadura antológica, desconocida hasta ahora. Alguien dijo no hace
mucho que el populismo ama tanto a los pobres que los multiplica.
En
fin, sentí la necesidad de escribir esto porque, como ciudadano
anónimo, todos esos delírios demagógicos que esbozan algunos son para mí
un insulto a la inteligencia, que están calando sobremanera porque el
populismo está encauzando hábilmente a su favor los duros episodios
sociales que generó la crisis y la desconfianza social hacia nuestros
políticos, y aunque muchos de ellos incurrieron en tropelías impropias
de su condición, comprometiendo la confianza depositada por los
ciudadanos, no es razonable apelar a ello para dilapidar un patrimonio
democrático que tanto bienestar y libertad nos permitió disfrutar a lo
largo de casi cuarenta años.
Defender nuestra Constitución no está de moda, pero a mí el populismo no me cuela su demagogia.
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